martes, 19 de junio de 2018

Tres cadáveres bajo una tumbona

Acabamos de llegar de viaje, y, como Canela, nuestra perra, se ha quedado sola en casa( bueno, un amigo venía a sacarla y ponerle la comida); el caso es que directamente hemos venido a la terraza, lugar que ella considera su reducto , pues ahí tiene todas sus pertenencias: comedero, cubito para el agua, cojín , cofre con chuches etc...Como digo, he dado una vuelta por la terraza, he regado las plantas y he empezado a barrer, pues se ve que en estos días ha habido poniente y todas las hojas estaban por el suelo. Cual ha sido mi sorpresa, cuando al mover una de las tumbonas, me he encontrado tres pobres cadaveres de gorrión, ni uno ni dos, tres juntos. Es un enigma que no logramos descifrar. Los pequeños difuntos estaban sin plumas y a lo loco, por lo cual, se supone que han tenido que caerse de un nido, pero...cómo han llegado hasta alli? La tumbona es muy baja como para que el nido hubiese estado debajo y por otro lado, los progenitores tampoco han podido transportarlos hasta allí dado su tamaño.
Nos quedan dos posibilidades, o es un suicidio colectivo, o tenemos una asesina perruna en casa, cosa que me niego en redondo a considerar siquiera.
Estos enigmas indescifrables son lo que hacen que me vuelva loca pensando. Bueno, hasta otro día

lunes, 12 de febrero de 2018

Carnavales perrunos

CARNAVALES
Estamos en Carnavales y yo no puedo ser menos, 

EL MIRLO QUE VISITA MI TERRAZA

EL MIRLO QUE VIVE EN MI TERRAZA
Es muy gracioso, camina de una forma muy peculiar, dando saltitos y sus cánticos son de lo más  variopinto, a veces, se asemejan a canciones; incluso hay ocasiones en que parece que hay alguien hablando en la terraza, me asomo,..y es él, mi mirlo, lo he llamado Claus.
Su plumaje es de color negro y con un pico anaranjado. Tengo entendido que estas aves, gracias a su cuerpo oscuro y sobrio han sido protagonistas de muchas mitologías, como la griega y la nórdica.

No es un pájaro demasiado exigente a la hora de
alimentarse, y, aunque  una de sus  principales características  es su comportamiento desconfiado( está constantemente alerta ante posibles depredadores o invasores), no pierde ocasión de ponerme la terraza perdida de tierra al excavar las jardineras y los arboles donde encuentra insectos, gusanos, arañas, caracoles, semillas etc. También le agrada consumir ciertas frutas como la manzana pero generalmente lo que prefiere son los Crispis de la pobre Canela, que , cuando lo ve merodear por la terraza, sale ladrando como una posesa con la infructuosa intención de asustarlo.

domingo, 11 de febrero de 2018

UNIDAD DE ÉLITE PERRUNA

ME LLAMO QUINTO

“Mi vida es como la de un atleta de élite. No puedo jugar todo el tiempo porque, si de pronto me toca trabajar, debo estar descansado”.
Duermo en las instalaciones de la UME y tan sólo una noche a la semana en casa.¡Cuánto echo de menos mi camita blanda y mis juguetes!Pero todo esto y a mi familia, las tengo en Valencia y como he dicho, allí viajo normalmente los domingos, pero no siempre es así.
Entreno a diario, eso sí, estoy “petado” : suelo correr ocho kilómetros y realizo ejercicios en zonas de escombros con  superficies inestables,”es lo que me da más miedo”.
Me han enseñado a ser un experto en rescatar personas, y he participado en misiones de búsqueda de montañeros extraviados e incluso en búsqueda de supervivientes en catástrofes naturales.

jueves, 29 de enero de 2015

Diario de Canela


MEMORIAS DE UNA PERRA

Déjate llevar


Acababa de cumplir 8 años, y me encontraba como si tuviese 50. Bien pensado, no es de extrañar, dado que soy un perro, o 



mejor dicho, una perra.
Como es sabido, el tiempo en años caninos pasa más rápido que en años humanos y por esa razón acabo de cumplir 56 tacos.
Hasta hace bien poco, corría que me las pelaba tras cualquier pelota; el material forma, tamaño o color que tuviesen, me daba igual. Yo tenía una misión: Debía correr cual posesa tras ella, atraparla y volver corriendo con dicho trofeo en mis fauces.
Pero mi vida ha dado un giro hacia la izquierda.
Todo empezó el sábado.
Cuando me desperté, me dí cuenta que había dormido demasiado: “Ellos“ ya se habían levantado y andaban revolviendo por la cocina.
Debía darme prisa pues olía a café recién hecho y pan tostado. Si me descuidaba, no me darían nada y tendría que esperar una eternidad a que se levantara la pequeña. (ella siempre me da el último bocado, ¡Cuánto la quiero! ).
Me disponía a ponerme en pie, cuando caí en la cuenta de que mi pata delantera izquierda, no me sostenía y me dolía un montón el apoyarla. No obstante, la obligación es la obligación y arrastrándome como pude, asomé el hocico por la puerta de la cocina.
Me saludaron como es su costumbre, acariciándome la cabeza y diciéndome palabras amables, pero aún no se han dado cuenta 
de mi cojera. Bueno, el niño lo notará en cuanto me vea y se lo dirá a Ellos. (No debo preocuparme).
Están todos muy atareados arriba y abajo por las escaleras, me lo temía y va a ser cierto... Ella lleva una maleta hasta su cuarto. La sigo con mi cojera para ver si echa mi manta y mis juguetes o es que me van a dejar sóla. (No creo, Ellos saben que a mí también me gusta viajar, y aunque lloro durante todo el trayecto, no es porque no me quiera ir, sino porque estoy impaciente por llegar).
La pequeña acaba de levantarse y me busca: ¿Canela? Moviendo el rabo como un ventilador a toda potencia, me acerco a ella y le lamo la mano. (Me encanta su olor, huele a castañas,aunque bien pensado...¿cuando he olido yo las castañas?) Las asadas sí, de hecho, en noviembre, me comí dos o tres que se cayeron al suelo, ¡qué ricas que estaban!
Se ha dado cuenta que cojeo y se lo ha dicho a Ella. Dice que si da tiempo, antes de marcharse, me llevará al veterinario, espero que no se entretenga tanto con las maletas y que me lleve de 
una vez. Por si acaso, me he puesto delante de mi correa a llorar, a ver si se enteran de que hay cosas más importantes que si se lleva a Roma las botas o no.
Oigo la puerta. Por suerte, estoy detrás y no tengo que andar mucho para dar la bienvenida al niño. Viene de trabajar. Ha estado de guardia esta noche y debe venir cansado, porque otros días cuando llega, me acaricia más rato y me dice cosas que me gusta oír. Hoy solo me ha dado unas palmaditas cerca de las orejas y ha subido en tres zancadas la escalera.
Estoy pendiente por si él también prepara su mochila. Espero que si no me llevan, por lo menos alguien se quede conmigo. Lo que menos me gusta es verlos marcharse.
Recuerdo aquella vez que se marcharon los cinco a París. Me dijeron que allí no podían llevarme, que irían a un sitio en el que había muchos cacharritos para que se montara la pequeña, que acababa de hacer su Primera Comunión. Debió ser un viaje muy divertido para ellos, pero a mí tuvieron que dejarme en un hotel canino, y no quiero recordar lo mal que lo pasé. No 
conocía a nadie, ni humano ni animal. Aunque tenía una habitación que no estaba mal, echaba de menos mi casa y sobre todo a Ellos. Lo peor, era que pasaban los días y nadie venía a recogerme. Llegué a pensar que me habían abandonado, aunque eso era impensable, teniendo en cuenta lo buenos que son. ¡Cómo iban a hacer eso? No podía ser. 

aunque todos los días miraba a través de la verja del recinto por si veía asomar el coche, nunca dejé que el desaliento me invadiera y siempre tenía la esperanza de verlos aparecer. Y un 
buen día, (habrían pasado 8 o 9 días, que a mí me parecieron una eternidad,) ¡allí estaban!: Vinieron los cinco a recogerme.
Mis saltos de alegría eran comparables a los del Circo del Sol.
No obstante, estuve muy triste durante varias semanas, siempre con la incertidumbre de cuándo me iban a volver a dejar en aquel hotel maldito, donde no teníamos nombre y a todos nos trataban igual, nos ponían la misma comida y aunque no comiéramos, como era mi caso, no por falta de hambre, sino por la tristeza, jamás tuvieron conmigo ni una palabra de 
aliento.
El caso es que Ella, por una vez, había sido rápida a la hora de hacer el equipaje y, acercándose a mí, se agachó, y con mucho cuidado, me tocó la patita, primero la planta y luego las articulaciones. Cuando llegó a la altura de donde los humanos tienen el codo, y que a nosotros se nos junta con el
hombro, pegué un chillido agudo porque el dolor que sentí era un pinchazo muy fuerte, y también para que se diera cuenta de que estando yo en esa situación tan grave, no debían marcharse 
ni a Roma, ni a ningún otro lugar.
Parece ser que el alarido o aullido si se quiere, no ha surtido mucho efecto, porque vamos de camino al veterinario, pero las maletas siguen en el pasillo y Él se ha quedado esperando y le ha dicho a ella que el avión no esperaba. Que se diera prisa.


La clínica


¡Mira que siempre que vengo es para que me pongan una vacuna,para que me den las pastillas antiparásitos(que están malísimas) o incluso para que me operen, (como cuando de pequeñita, que me esterilizaron y tuve que


estar más de diez días con una especie de lámpara puesta en la cabeza para que no me diera por lamerme la herida). Bueno, pues el caso es que aún así, me encanta venir al veterinario. No sé si será por el olor tan rico que hay a otros perros o por que siempre me dan una chuche. Ha decidido venir con nosotros mi Pequeña. Voy mucho más tranquila si ella me acompaña, porque como voy coja, ella puede ayudar a subir a la camilla si es necesario (todo dependerá de la gravedad de mis lesiones).
Me conocen nada más llegar, y es que hace poco también tuve que acudir debido a un fuerte resfriado. Tosía como un perro lobo, con una tos que parecía que estaba dentro de un tonel, o al menos eso decían Ellos.
Esa vez, enfermé porque habíamos ido al campo con mis primos Elton y Nico. El paisaje era precioso. Mientras Ellos andaban por el sendero, nosotros tres íbamos campo a través, oliéndolo todo, haciendo pis cada rato, y mordisqueando todas las hierbas fresquitas de la mañana.
Llegamos a un riachuelo que provenía de la montaña. Llevaba un agua clarita y fresca, no había forma de resistirse al baño. De modo que sin pensárnoslo ni un minuto, Elton y yo nos zambullimos y estuvimos buscando piedras y otros tesoros dentro del agua, que, dicho sea de paso, cortaba las ideas de fría que estaba.
Nico, como un perro formal, nos miraba desde fuera y nos ladraba de vez en cuando instándonos a salir ya, pero nuestras ganas de juego hicieron que al día siguiente, tuviese fiebre y terminara en la cínica perruna, donde ahora me encuentro esperando el veredicto.
Parece que no voy a conseguir que se queden. Lo que me pasa es que tengo artrosis y para colmo de males, debo perder peso. Eso sólo puede significar una cosa: ¡Pasar hambreee! ¡Nooo!

De baja laboral


Ellos se han marchado, pero afortunadamente se ha quedado mi Pequeña, sé que me quiere, pero nunca como yo a ella. Esta mañana, como es domingo, ha bajado las escaleras pŕacticamente dormida. Esperaba sin duda, que el desayuno estuviera preparado como es habitual, pues Ella, siempre le tiene un vaso de leche con colacao y un bocadillo que huele a gloria a distancia. Sin embargo hoy sólo estamos en casa los los hijos, y aunque me encantaría poder prepararle hasta un zumo de naranja, lamentablemente para mí sería verdaderamente complicado.
He sacado la pelota a la entrada de la casa en varias ocasiones con la intención de que se diesen cuenta de las ganas que tengo de salir. Pero por más que la lanzo con todas mis fuerzas desde la boca al suelo en repetidas intentonas, no logro mi meta, y me quedo detrás de la puerta viendo cómo se marcha uno y luego el otro. ¡Qué se le va a hacer! ¡Tendrán asuntos que resolver en lugares donde yo no puedo entrar! Como ése en el que entran mientras yo me quedo fuera con alguno de ellos, y luego el que ha entrado sale cargado con bolsas.
Pese a que soy consciente de que no debo subirme a los sillones, aún cuando esté sóla en casa, la tentación de arrellanarme en el sofá, me puede y sin pensarlo dos veces, me enrosco encima de un cojín del sillón orejero. ¡Qué bien se está aquí aunque sepa que es una actividad clandestina.
Cuando era pequeña, me subía continuamente en los sillones, sofá, camas y todo mueble que tuviera un mínimo aspecto de estar mullido. Es más, no sólo me subía en ellos, sino que me entretenía mordisqueándolos. De hecho, me cargué un tresillo entero y tuvieron que volverlo a tapizar. Igual me pasaba con los zapatos. Eran irresistibles para mí. Ver un zapato, zapatilla o simple chancla y tener que destrozarlo sin remisión, era todo uno. El objeto más sabroso de entre los muchos que he mordisqueado, ha sido una cartera cargada de documentos entre ellos el DNI, que dejé hecho unos zorros, pero todo ello sin mala intención.
El caso es que Ellos debían estar ya un poco hartos porque un buen día apareció por casa un entrenador canino llamado Machuca. Os lo imaginaréis seguramente como Cesar Millán (El encantador de perros), pero éste de encantador tenía lo que yo de canario. Intentó por todos los medios, que hiciese caso y no tirase tan fuerte de la correa cuando salíamos de paseo. Misión imposible de todo punto. Cuando mis dueños se hartaron de pagarle billetes y billetes sin fin y yo seguía igual de maleducada, decidieron que no volviera y se encomendaron a San Antón para que no me comiese la mesa nueva que habían comprado para el comedor.

Ave que vuela...


¿Podéis creer que, tras espiar durante varias mañanas escondida debajo de la mesa, he averiguado quién era el ladrón que me robaba crispis de mi cuenco?
Efectivamente, los gorriones. Los muy ladinos, esperaban a que me metiera dentro de la casa, y entonces sin pudor ni recato, se plantaban encima de mi cuenco y se ponían morados a crispis de mi propiedad; ahora, eso se acabó. Yo no ladro nunca, pero cuando veo a esos pillos zamparse mi comida, me sale el lobo estepario que llevo dentro y me lanzo cual fiera furiosa hacia ellos ladrando cual perra rabiosa, ellos salen enseguida volando pero me percato de que aún así , se llevan bolitas de pienso en el pico ¡Qué zampabollos son!
Un día sí que les dí un buen susto y no sólo a los pájaros, sino también a los de casa, porque esa vez, no sé si el pájaro estaba sordo o simplemente era tonto, el caso es que lo cacé literalmente y en vez de tragármelo como hubiera hecho alguno de mis ancestros, lo posé con sumo cuidado a los pies de Él, sobre todo para que vea que soy capaz de solventar mis problemas por mí misma.
Mi territorio creo que es la terraza, aunque son tan amables que me dejan que entre en todas las dependencias de la casa.
El otro día, cuando volvieron de su viaje, vinieron a casa unos familiares de Él,
todos se fueron a la terraza y allí trajeron víveres de todos los tamaños, colores y olores. Yo estaba que se me saltaba la hiel. Pero me tienen enseñada a que no se pide en la mesa, intento por todos los medios ser educada y no ser pedigúeña, de hecho, he aprendido una nueva táctica para dar pena: poner el hocico encima de cualquier superficie sea brazo, pierna, mesa u otro objeto que se encuentre cerca de algo comestible. Para lograr el objetivo de dar una lástima terrible, hay que poner además ojos de carnero degollado. Es infalible, siempre cae algo: un bocadito de pan, un trozo pequeño de embutido...en fin, delicatessen que una gourmet como yo, agradece a veces dando no sólo una patita, sino las dos.

Un lugar muy especial


Todas las mañanas, el niño me saca a dar un paseo, con la intención de que haga mis necesidades. Me lleva a un descampado, donde puedo hacer todas las cacas que quiera sin encontrarme a nadie. Se ve que con la edad, me voy volviendo más pudorosa en este terreno, porque lo que es antes, cualquiera que me viera en “esas” circunstancias, hubiera dicho que más bien era algo exhibicionista: el caso es que mis lugares favoritos para plantar un pino, eran sitios como: un paso de cebra con muchos coches parados, cerca de una terraza donde hubiese mucha gente,y en general, me encantaba tener público en esas circunstancias. Huelga decir, el apuro que pasaba el que me llevara con la cadena y tenía que sacar una bolsa y recoger el “regalito”delante de tanta gente.
Mis dueños son tan buenos, que si hago pis en la terraza, no me regañan, Ella esparce por el suelo un poco de detergente y echa agua con la manguera. Lo único que decía la pequeña cuando las dos lo éramos, es que yo ponía una pose muy ordinaria cuando hacía pipí.

¿ Qué culpa tengo yo de no poder levantar la pata como hacen mis congéneres machos?
Últimamente estoy haciendo un esfuerzo por preservar la salud pública de mi familia y casi siempre me aguanto el pis hasta que salgo a la calle.¡ Más vale tarde que nunca!

Cuando se tiene hambre siempre, como es mi caso, una de las actividades que tengo que hacer para garantizarme unos buenos resultados en este terreno es la de estar siempre alerta a los sonidos. Es muy importante estar bien posicionada. En mi caso, estoy muy orgullosa de haber encontrado el lugar estratégico.Desde pequeñita, me di cuenta de que detrás de la puerta del comedor, ni hacía calor en verano ni frío en invierno, de modo que empecé a sentarme en ese hueco. Pronto se percataron de que efectivamente ése podía ser mi sitio. En un principio, me compraron un cojín con un estampado precioso, pero que a mí no me gustaba porque no era tan mullido como los sofás. Afortunadamente, el destino quiso que
Machuca, (que no sirvió para nada), sí les dio un buen consejo que fue mi salvación: “Hay que ponerle a Canela una colchoneta más mullida y acolchada para que esté a gusto y deje de subirse a los sillones”.Y dicho y hecho,al poco tiempo, al niño le cambiaron la cama(¡Menuda cama le han puesto!, de matrimonio para él sólo) y, como debajo de su antigua cama tenía una cama nido con un colchoń pequeño, pues me lo han puesto a mí. Parezco la princesa del guisante.
Pero no creáis que porque tenga esa super-cuna, voy a dejar de intentar subirme en todas las camas que hay en la casa,¡qué va!: He aprendido a llorarle a todo bicho viviente que se encuentre acostado, y como mis lloros son tipo lastimero de “Déjame subir por favor que soy una pobre perra”pues lo consigo siempre y me echo unas super siestas que no se las salta un galgo (nunca mejor dicho).
De hecho, mi objetivo principal era tener un lugar logístico que me sirviera como observatorio y control. Efectivamente, desde ahí recibo información privilegiada. Como está cerca del teléfono, escucho todas las conversaciones, sobre todo, las que tiene mi dueña todas las noches con su madre. Yo normalmente, estoy callada un buen rato, pero aumenta mi indignación, cuando veo que pasan los minutos e incluso a veces las horas y ellas siguen charla que te charla. Entonces empiezo dándole con la pata para que cuelgue; si veo que pasa olímpicamente de mí, tomo una medida drástica: ladrar cual posesa para que no escuche y tenga que dejar la conversación por imperativo perruno.
El estar detrás de la puerta, me ofrece otras ventajas, como por ejemplo,
vigilar el sonido del frigorífico. No hay quien pueda abrir cualquier envoltorio de producto alimentario sin que yo me entere. De hecho, tardo menos en aparecer en la cocina de lo que se tarda en cerrar la nevera. Y, claro, ahoraq llega el chantaje emocional: pongo cara de indigente y, sobre todo, el secreto está en, pase lo que pase, no dejar de mirar el alimento, sea de origen animal, vegetal o mineral. Llega un momento en que se hartan de ver esa cara de pena y te lanzan algún trozo.
Como perra guardiana, soy más bien desastre, ya puede venir el ladrón vestido con un jersey de rayas, una media en la cabeza y un buen saco, que yo le hago fiestas y si puedo, intento que me saque con la pelota.
Eso sí, por lo menos de aspecto soy una perra fuerte, no en vano soy hija de una perra pitbull y mi padre era un samoyedo. Todos dicen que soy guapa, pero no quiero parecer presumida. Aún recuerdo una vez que en invierno me compraron un jersey de lana en los chinos. Cuando me lo pusieron, quería que se abriera la tierra y me tragara, ¡Qué feo era y qué mal me quedaba! Qué le voy a hacer si prefiero ir desnuda que con esos trajes
horripilantes y llenos de colores chillones que les ponen a algunos animalillos que no pueden defenderse de la catetez de
sus dueños.
Otra cosa que no soporto es llevar correas o arneses que no sean de mi talla. Una tarde, me llevaban a dar un paseo Ella y la pequeña, y justo cuando pasábamos por un paso de peatones, me empezó a apretar el arnés, no porque yo estuviese más gorda, sino porque no estaba bien abrochado. El caso es que me quedé desnuda en mitad de la calle y ellas chillaban, me llamaban, e incluso se tapaban los ojos para no ver el atropello que iba a ser inminente. Dicen que todos tenemos un ángel de la guarda. El mío apareció de pronto, me cogió del paso de cebra, donde yo toreaba a los coches y muy dulcemente, me devolvió a mis legítimas dueñas que se lo agradecieron mucho.


Una ladrona muy profesional

Estoy en la terraza y me está llegando un irresistible efluvio que no puedo dejar de oler, el delicioso olorcillo me lleva en volandas hasta la cocina, donde veo cómo Ella, está sacando del horno un aromático y jugoso lomo a la sal. Lo prepara envolvieno el lomo en hierbas aromáticas y enterrándolo en sal gorda en un recipiente para horno. Cuando pasan unos 40 minutos, está listo para ser cortado en rodajas y servido con patatas fritas es un verdadero deleite.
El caso es que la mesa está puesta en el comedor y ya ha cortado una buena ración que se lleva para que puedan degustarla los cinco. Conmigo, claro está que no cuentan, pero eso tiene fácil arreglo:
Deslizarse sin ser vista en la cocina y llevarse en la boca el resto del asado, ese es mi plan. Está tan bien programado, que sale a la perfección. Me escabullo ante sus narices con el trozo de carne y salgo a la terraza. Ya en mi territorio, puedo saborear tan rico manjar sin temor a ser descubierta con las manos en la masa, en este caso, las patas. No se enteran hasta el momento en que deciden repetir y Ella vuelve a la cocina, Busca por todas partes, incluso llego a oir cómo le pregunta a mi pequeña y a los demás si alguno ha cambiado de sitio el lomo.
Como es de esperar, nadie sabe nada excepto yo, que tengo información privilegiada, entre otras cosas, porque acabo de zampármelo.
A lo hecho, pecho. Intuyen que he sido yo, pero no hay pruebas del delito y son tan buenos que hacen cientos de cábalas de qué ha podido suceder, hasta que ya no les queda la menor duda de que la autora del latrocinio he sido yo.

De ser una perra buena y educada, he pasado a ser una delincuente. Prometo para mis adentros, que no volveré a robar. <pero esas cosas se prometen y ya veremos más adelante, que son muy difíciles de cumplir habida cuenta de lo bien que cocinan y que la puerta de la cocina se abre muy facilmente.

UN LUGAR MUY PERRUNO

Hoy me han llevado a un lugar llamado “Parque canino” aunque Ellos prefieren denominarlo “Parque perruno”, es un sitio muy divertido, tiene un túnel, balancín, una pequeña piscinita (A m
i juicio con muy poca agua) y otros juegos circenses que yo no pienso probar y que dejo reservados a algunos congéneres que están siempre dispuestos a hacer el ridículo con tal de que sus dueños se pavoneen delante de sus amistades.
Bastante he hecho con meterme en el túnel, y eso porque ELLa me ha echado la pelota dentro, y uno puede resistirse a muchas tentaciones, pero perseguir una pelota es algo a lo que un perro que se precie no puede renunciar bajo ninguna circunstancia.
Tenía que probar el agua de la piscina aunque Ella me gritaba que NO, que estaba muy sucia, pero soy algo cabezona y no sólo me he metido varias veces, sino que también he bebido hasta hartarme.
Ella estaba muy enfadada y me ha puesto la cadena sin dejarme apenas que me hartara de unas ricas hierbas que crecían por doquier. No descarto que la próxima vez que vengamos me coma una buena ración sobre todo de unas que me encantan y son difíciles de encontrar por las rutas por las que me suele llevar de paseo.
También he hecho amigos: he conocido un golden retriever bastante más alto que yo y hemos corrido como locos hasta que recordé que hay una fuente. He guiado a mi nuevo amigo hasta allí y nos hemos puesto como sopas. Por más que Ella me gritaba que no bebiera porque el agua estaba muy sucia, a mí me ha dado igual y he bebido hasta hartarme.
Lógicamente he estado enferma toda la semana con una gastroenteritis bastante mala. Gracias a Dios, me han dado unas pastillas mezcladas con jamón de york y ya estoy como nueva.






lunes, 8 de julio de 2013

Perra Doberman


El dóberman es una raza relativamente reciente,a finales del siglo XIX. Para conseguir el nacimiento de esta nueva raza, se emplearon cruces de otras razas caninas como el rottweiler, el beauceron, el weimaraner, el Manchester terrier, o el pinscher. La principal función de esta raza en sus orígenes, fue la de proteger  frente a potenciales asaltantes.Es un perro vigoroso y decidido,su aspecto, a veces nos puede resultar como mínimo inquietante. Sin embargo, os voy a mostrar una foto de una perra de esta raza:
La doberman estaba esperando cachorritos,se declaró un incendio en casa de sus dueños. Ella les avisó para que pudieran ponerse a salvo. En ese intento, la perrita estaba casi abrasada. Un bombero que la vió, la rescató de entre las llamas, la sacó al jardín y continuó la lucha contra el fuego. Cuando finalmente se apagó el incendio, el bombero se sentó para tomar aliento y descansar.Allí se habían concentrado periodistas ya que el fuego había durado horas;un fotógrafo notó que la perra en la distancia, miraba al bombero. Vió a la doberman encaminarse directa hacia el bombero y se preguntaba qué iría a hacer, así que levantó su cámara, el animal llegó hasta el hombre cansado que acababa de salvar su vida.
El fotógrafo captó el momento justo en que la perra, aún abrasada, besó al bombero